Hablamos de adicción cuando un elemento externo, persona, sustancia o cosa, te genera una dependencia tal, que te obliga a estar en contacto con ella. No solo hay esa necesidad de proximidad o de consumo, sino que la separación genera consecuencias emocionales, conductuales y del pensamiento negativas.

Las personas tienden a infravalorar la obsesión por el móvil, por internet o por otras nuevas tecnologías, porque no sienten que fisiológicamente les haga daño, en el sentido de que no ingieren sustancias adictivas. Lo cierto es que dejar de jugar al videojuego, perder el móvil o no estar conectado produce consecuencias, como la irritabilidad, incertidumbre, aburrimiento o nerviosismo.

¿Por qué hemos llegado a engancharnos a este nuevo estilo de vida? Porque teléfono y juegos, conexiones y televisiones han existido toda la vida, pero no dependíamos de ellos como ocurre ahora.

Existen varios motivos:

  • La inmediatez. La sensación de estar conectado, escribir un mensaje y que te llegue una respuesta, poder tener toda la información del mundo en segundos, es muy atractivo. Estar continuamente interactuando es estar participando, tener protagonismo y ayuda a que muchas personas no se sientan solas.
  • El atractivo visual y auditivo. Los sentidos se implican y se magnifican. Tanto estímulo a la vez supera el atractivo de mover la ficha del parchís. Los videojuegos estimulan variables psicológicas como la atención, concentración y además ofrecen colorido y sonido.
  • Variables psicológicas como la toma de decisiones, elección, planificación, etc. Cuando juegas, el cerebro se estimula, participas. No hay unas reglas inflexibles para alcanzar la victoria, como puede ser otro juego de mesa. Tú tienes que pensar, y pensar es muy estimulante. Trabajas con la toma de decisiones, obtienes éxito y fracaso, y depende de ti. Es cierto que hay muchos juegos de estrategia como el Risk, que pueden reunir estas ventajas, pero la diferencia radica en que el videojuego tiene además el atractivo visual y auditivo. Continuamente cambian los escenarios. No tienes siempre un mismo tablero con un mismo dado.
  • La participación social. Tienes opinión y voz en foros en los que participa mucha gente. Te sientes importante y parte de un grupo al que perteneces. No necesitas quedar, vestirte o planificar. Todo está a golpe de un click, a la hora que quieras y con quien quieras. Y puedes salvaguardar tu intimidad. Puedes participar aun siendo tímido e inseguro, porque el que te juzgue no te hará daño, estás protegido por el anonimato.
  • La comodidad. Al que le gusta leer ya no tiene que cargar con tres libros cuando se va de vacaciones. Los lleva todos en el e-book. En un teléfono tienes al alcance de la mano correo electrónico, redes sociales, juegos, llamadas, mensajes, vídeos, música, prensa, internet y muchos otros atractivos.

Establecer unos criterios para detectar cuándo estás en riesgo o padeciendo una adicción y cuándo no, es bastante complicado. Muchas de las horas que pasamos con el teléfono o el ordenador se justifican porque nuestro trabajo no se sostiene sin estas tecnologías.

Es importante estar pendientes de los cambios que observemos en los que tenemos alrededor. La dificultad para vivir sin el móvil, el tiempo que pasas delante del ordenador cuando no estas trabajando o si tu pareja por la noche se relaciona más con las tecnologías que contigo sin motivo laboral de por medio. Cada uno conoce a los suyos y sabe lo que es normal y lo que no. Y cada uno establece las reglas de su casa y lo que se decide entre la familia para el uso del ciberespacio y de los juegos.

Así para mejorar todo esto y no caer en una adicción lo mejor que puedes hacer es la prevención y el control de estímulos y verás que puedes gestionar mejor las nuevas tecnologías:

  • Sé respetuoso con tus trabajadores o compañeros. Deja de enviar correos por la noche. Aprende a gestionar y delimitar los horarios de trabajo. Que tengas un ordenador disponible no significa que tengas que bombardear a las doce de la noche con mails.
  • Aprende a gestionar tu tiempo. Si estás trabajando, no compagines el trabajo con bichear la prensa en internet. Así fraccionas tu atención y concentración, y no estás ni en la prensa ni en el trabajo. Organiza tu tiempo para ser eficiente con la tarea y para descansar con internet.
  • No contestes a los correos de forma inmediata. Que entren en la bandeja no significa que tengas que responder ya. ¿Estás ocupado? Pues termina con la tarea que tenías. Ponte un orden, como revisar el correo cada dos horas o cuando finalices la actividad que te ocupa. Y quita el sonido a la bandeja de entrada, es muy estresante.
  • Ponte un horario en casa para trabajar con el ordenador. Normalmente lo enciendes y te pones a trabajar, pero como estás cansado, te distraes curioseando en las redes sociales y páginas web. Al final terminas por trabajar desconcentrado, alargando el tiempo que tenías pensado dedicarle al trabajo y por desatender a la familia o a otro tipo de ocio. Ponerte un horario que cumplas sí o sí, te ayudará a optimizar el tiempo que dedicas a tu trabajo, ya que no tendrás más tiempo para acabarlo. Tu mente dejará de dispersarse y mejorará tu atención y concentración.
Si seguimos estos sencillos consejos, hay personas que al principio sufrirán ansiedad, se sentirán incómodos, incluso culpables pensando que no están atendiendo de forma inmediata algo que, en realidad, no lo requiere. Pero esta sensación de malestar forma parte del síndrome de abstinencia. Cuando te acostumbres a dominar tú al teléfono y demás adicciones cibernéticas en lugar de que ellos te dominen a ti, te sentirás más feliz y libre.