Los pensamientos depresivos son como una gárgola que se coloca en nuestro hombro. Estas gárgolas son grandes y de piedra, pesan, Cuando se posa una en nuestro hombro, su peso nos hunde y nos dificulta movernos para realizar cualquier tipo de actividad, es decir, nos deprime. Además habla, y nos está constantemente susurrando al oído.

Los mensajes son negativos, humillantes, nos culpabilizan por todo. Nos hace sentirte mal y, cuando nos encontramos mal, la gárgola nos afirma rotundamente que así nos sentiremos siempre. Y lo peor es que actuamos como si no hubiera un mundo sin gárgolas.  Aprendamos a darnos cuenta cuando tenemos una gárgola en el hombro y a identificar los mensajes que nos manda (Adaptada de Queraltó (2006).